Este post no quiere en ningún momento meterse con nadie ni ofender, simplemente es una forma de humorizar un caso que me ocurrió a modo personal. Prefería aclarar este punto antes de que alguna alarma saltase.
Bien empiezo mi peculiar historia.
Resulta que la semana pasada (o la anterior quizás)tuve que ir al matasanos médico porque la alergia a aflorado en mí. Era una visita simplemente para que me dijera «Si, tienes alergia tomate esto y te pondrás bueno». Hasta aquí la introducción, veamos el contenido en sí.
Como buen jovén que soy, y dando ejemplo de mi quinta, salí con la hora pegada al culo, algo ya normal en estos tiempos. Llegué a la parada del autobús y para mi alegría (o aplicando la ley de Darwin) la parada estaba vacía, sintoma de que el autobús acababa de pasar (y así lo confirmaba mi vista ya que podía ver claramente como el autobús estaba dos semáforos más abajo). Así que maldiciendo salir 0,88 milésimas tarde, me senté a esperar el siguiente autobús, escuchando en esos mismo instantes el mágico solo de Highway To Hell. Pasados 3 o 4 minutos (1 canción vamos) llegan dos señoras menudas, de edad avanzada, hablando enfermorecidamente sobre algo que la voz de Jose Andrea (cantante de Mägo de Oz) no me dejaba escuchar. Hasta aquí no hubiera sido nada habitual si detrás de aquellas señoras (las cuales, su conversación se me asemejaba a un buen capítulo de Epi y Blas) no hubiesen venido 6 ancianos más.
En ese momento me sentí mal, había acudido a una cita a la que no estaba invitado, era el típico acoplado en el típico botellón del parque. Mientras cada uno de aquellos abuelitos habían llamado a sus amigos para ir al médico yo me había plantado allí como si nada.
Después de aquel momento tan duro, llegó el autobús. Dentro de él, me sentí algo más a salvo. Allí, de pie al fondo, había una señora de unos 35 años y sentí como la juventud volvía a mí, entre toses y quejas por los asientos.
Salí del autobús con un petardo en el culo y entre en el médico recordando para mis adentros las indicaciones de mi madre. Llego al sitio establecido (Primera planta al fondo, según mi madre) y al llegar un Deja-vu me invade. Allí, quietos e inmóviles sentados a lo largo de la pared, como si hubiese un patrón de comportamiento, hay una fila de persona mayores, esperando para entrar en sus respectivas consultas. Busqué algún asiento libre, ya que llevaba mi DS cargada y dispuesta para jugar un buen Mario Kart. Encontré uno al final del pasillo, me senté y me dispuse a sacar mi entretenimiento videojueguil. De estas cosas que pasan en la vida me dejé el volumen de la máquina subida y al encederlo y salir el habitual mensaje, que viene a decir que jugar es malo (ironía ¿verdad?) pertubé el silencio que allí reinaba, y todas las miradas se centraron en aquel aparato que acababa de sonar y por descontado en mí. La DS me ardía entre las manos ya que todas las miradas se centraron en ella, asique tan deprisa como pude bajé el volumen y, todavía con algunas miradas clavadas, me dispuse a jugar.
Pasaron dos carreras hasta que alguien rompió el silencio (sin contar los numerosos carraspeos, toses y/o estornudos, que, si bien estuviesen coordinados, podrían haber conseguido un nítido Canon de Pachellbel) diciendole al de al lado que la puerta no se había abierto desde hacía algo más de 9 minutos contados por ella. Esto le sentó mal al señor de al lado que entró en debate diciendo que hacía no menos de 5 minutos había entrado una chica (resultando ser esta, al salir luego y comprobarlo por mis propios ojos, una señora de unos 80 años con bastón). El debate sobre si había alguien dentro (que podía finalizar con algo tan simple como llamar y mirar si había alguien) se animó cuando una señora de pelo blanco añadió que ese doctor era lento, en el caso de que hubiera alguien. Esto sentó mal a la mujer de enfrente que alegó que ese era su médico de siempre y que a ella la trataba muy rápido y de forma muy correcta.
Con todo este revuelo me pareció ver a la Patiño en una silla gritando que la primera señora era una sinvida y buscona por generar polémica(o al menos mi imaginación lo quiso así, si soy feliz imaginando…).
El debate terminó cuando una chica, que venía de pedir cita, llamó a la puerta y le dijo al doctor que ya tenía la receta. ¿A que no adivinan que hacía el doctor? Mi respuesta está entre jugar al Solitario o poner palitos de esos que nos dan tanto asco en una pirámide, simulando a lo que se hace con las cartas, ya que salió una primera vez a pasar lista y ninguno de sus pacientes dijo estar presente. Seguro que el pobre doctor salió en medio de un debate sobre si la mosca que rondaba la sala volaba en zig-zag por gusto o estaba esquivando la otra mosca que venía por el otro lado.
¿Os confieso algo? Nunca me había sentido tan marginado… yo no podía hablar con los demás sobre mis problemas de cadera o de mis problemas con la artrosis… no encajaba, yo solía podía decir que Mario era más rapido que Yoshi por que el cohce así lo quería.
Salí muy mal de allí, no recomiendo a nadie esa experiencia.
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Ya dejando aparte la anécdota, cuando salí de allí me fijé que por la mañana la mayoría de la gente que habita las calles de un barrio de Madrid son jubilados que van a cualquier sitio para ocupar su tiempo. Me quedé asombrado de como las calles «son suyas» por las mañanas, es como si por las tardes se escondiesen para volver a «invadir» las calles por la mañanas, saliendo solo los más intrépidos. Me quedé alucinado, ya que pensé la cantidad de gente que ya se ha jubilado y que dentro de unos años cuando a mi me toque trabajar van a aumentar el doble o el triple esos jubilados.
Miedo tengo, miedo me da.
Post para el humor/reflexión…